Esta mota salio en el diario La Nacion del dia de hoy, en su segunda editorial, habla sobre el voluntariado en argentina en relación a la catastrofe de Haiti, vale le pena leerla.
En mi caso pesonal reconforta saber que somos tantos haciendo algo.
El trabajo social voluntario le hace bien a una sociedad que necesita reflejarse en quienes son ejemplo de solidaridad
La catástrofe de Haití, entre tantas desdichas, permitió recuperar para la primera plana de los diarios una zona luminosa: la tarea denodada de los voluntarios de todo el mundo que, agrupados en distintas ONG y asociaciones, estuvieron junto al pueblo caribeño tratando de paliar su desgracia.
La labor social de los voluntarios, particularmente en la Argentina, a pesar de que viene desarrollándose con gran intensidad no ha recibido todavía la atención que merece. Justamente, el 5 diciembre pasado, en ocasión de celebrarse el Día Internacional del Voluntariado, el presidente de Cáritas, monseñor Fernando Bargalló, exhortó a los voluntarios a continuar con su trabajo «silencioso e incansable». El obispo los definió como «personas sensibles a la realidad de pobreza y sufrimiento».
Es cierto, la proeza de la inclusión de las comunidades más pobres y excluidas está quedando últimamente más en manos de esas personas sensibles que trabajan en todo el país, antes que en las de los funcionarios.
Es importante reparar en que, según el Indice Civicus de la Sociedad Civil Argentina, son casi 105.000 las entidades dedicadas a servicios comunitarios, en las cuales colaboran cerca de 1.800.000 personas. Y lo más importante es que, de esos participantes, muchos, cada vez más, son jóvenes estudiantes, secundarios y universitarios. Efectivamente, ya se ha vuelto una costumbre para muchos estudiantes secundarios transformar su viaje de egresados en un viaje solidario a alguna localidad del interior de la Argentina, sobre todo a escuelas, para aportar no sólo materiales de todo tipo, tan necesarios para continuar la vida allí, sino -lo que es más importante aún- para hacerse presentes para compartir la vida diaria de la comunidad durante una semana o más, según el tiempo que hayan destinado al viaje.
Otro tanto ocurre con los universitarios, que en toda la Argentina se suman a participar de proyectos solidarios. Hemos ya hablado en estas columnas, por ejemplo, de quienes integran la ONG Un Techo para mi País, y también están los que, proviniendo de distintas casas de altos estudios públicas o privadas, coinciden en sus esfuerzos por el bien común, como los que trabajan en Manos en Acción, y visitan a niños y adolescentes en las villas, para procurar alejarlos de la droga, o los que integran grupos de Noches de la Caridad, cuando, cargados de termos con café o sopa caliente y galletitas, salen por la noche a recorrer la ciudad y a acercarse a los que viven en la calle, gente de todas las edades, no sólo para compartir la comida, sino también para hablar con ellos y hacerles compañía.
Aunque, bueno es repetirlo, la tarea de los voluntarios no podrá nunca, por mejor que sea, reemplazar la función indelegable del Estado de velar por la seguridad y la dignidad de vida de los ciudadanos, debe alentarse el hecho de que esta actividad de personas sensibles e incansables crezca. Su presencia mayoritaria le hace bien a una sociedad que ha pasado por muchas crisis y necesita reflejarse en aquellos de sus integrantes que son ejemplo de solidaridad y compromiso con el prójimo.