Sociedad · 4 de diciembre de 2004

El Hombre del Auto cama

Todas las mañanas me levanto a las 6:45 para ir a trabajar, los días de invierno hace frió, es oscuro, los chicos van al colegio tapados hasta la punta de la cabeza. Los hombres y mujeres de la calle están refugiados en los zaguanes de casas, en las entradas de los negocios, todos hechos uno bollitos, con mucho mucho frió, hay veces que la radio dice que se ha encontrado una persona sin vida a causa del frió.
Las noches de invierno son largas y oscuras, pasan cosas que no pasan en noches claras donde la luna es un perfecto reflector.

Una noche de invierno, salimos a caminar todos empochados por el centro de la ciudad, éramos 4 amigos, la peatonal florida tenia gente ella nunca duerme, siempre esta con sus carteles, los restaurantes aun con gente, el bingo tiene gente se escucha el murmullo del locutor cantando las bolas. Nosotros decimos irnos por una calle paralela fuera del bullicio.

Caminamos dos cuadras, ya no hay luces todo esta oscuro pero se escuchan pasos, a mi me comienza a subir un poquito de miedo pero todos nos reímos y hacemos bromas, en eso vemos una auto abandonado con llantas pinchadas, todo sucio, por los vidrios casi no se podía ver. En eso viene caminando un señor, a media cuadra nuestra de frente, de lejos no lo vimos con aspecto sucio, ni desalineado, tenia el aspecto de un señor más, un hombre de trabajo, al acercarse un poco más, tenia una campera abrigada, jeans y zapatillas azules, su aspecto era limpio. Estábamos justo a 10 metro del auto, a 15 metro del hombre, aminoramos el paso sin saber por que, el hombre se acerca al auto abre le baúl, se sienta en el borde con las patitas colgando se saca las zapatillas las acomoda dentro del baúl, se desprende la campera, acomoda una frazadas dentro, algo que parece una almohada y se mete dentro, se tapa con las frazadas, nos mira y nos dice hasta mañana perejiles, mañana hay que trabajar mucho; nosotros atónitos lo saludamos diciéndole si mañana será dura también, nos miro nuevamente y con una piolita que colgaba de la parte de adentro del baúl lo cerro.

Nosotros nos quedamos duros sin saber que decir ni hacer, en silencio nos miramos y caminamos hasta la parada del colectivo nos tomamos el bondi y como todas las noches de salida nos fuimos acompañando cada uno a su casa, en el puerta de lo de Pablo Mariana dijo, otro día le podemos llevar algo para comer o algo caliente para beber tenia pinta de un tipo bueno.

Y así fue unos días más tarde comenzamos a pasar por el coche cama, cada vez que podíamos nos dábamos una vueltita y aunque sea un paquete de galletitas le dejábamos.